Wednesday, July 05, 2006

Las preguntas del labriego




No ha de ser un poema que me deje al bies de un esperanto. Ni crecida ni temor en este hueco. Ni maldita la varilla; tampoco parcos los hados, ni consuelo el hacer no más y en vano, el espacio en que sumirse sin espera, y vil y terco; flor, a la que achucha un sol ecuánime que es pregunta y respuesta de sí mismo. Déjame bordear, si debo, el camino trazado que nunca resta ni dolor ni distancia alguna entre dos miras. Si no soy, dejadme al menos preguntar ¿de qué? Si del acá o del cómo, del asistir a una vida a la que preguntar si es. No hubo antes sino que ahora viene a ser, como cada momento, el hombre primero, el hombre que es, ante un prejuicio, un monte, un vientre, anoche y su reflejo. El que niega la espera y en el lecho de la propia se abastece de jamases y demás fierezas que responden a su estío. Hablé, sin conocer, del eco, sin conocer del agua, sin conocer de la vida y de la muerte. Y hoy es el día en el que canto a la duda con la duda (¿qué otra manera de cantar a lo que es por simplemente?). La duda es el antónimo del sol, y aquélla que sin negar asiste a la perplejidad de lo neutro más sus dones. Dime el afán (tan laborioso) que en ti concede en mí, mortal, un viso de mirar allá, del otro lado, la verdad que son el sol y los planetas, la muerte que sucede en muerte ajena y el cómo a tal y a sus conceptos los abarca el tiempo en una duda. Pues de lo demás soy sólo resto y, de las verdades que me ocupan, ninguna hospeda el alma que la niegue. Mas si soy tan sólo pregunta de lo vacuo y repetida por esencia, nomás vacilo en formularme y padecer, por simplemente, conocido de aquello y afirmarme como en vida sin dar fe, pues y por, sin conocerme. Verdad, no obstante, de la que digo haber probado en algún día, reconozco, por despiste del escrúpulo o, sin más, por ser nacido tan sólo.
Sélavy

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