Friday, September 29, 2006

Había... (bajo una mesa, sentado)




Había una casa, el olor a abuelo, la colonia y trajes grises; el tabaco. Había el primo mayor, el que yo era, y una casa a la que hacer pequeña. Había un barrio, el clima en los domingos, la salida de la iglesia. Había el vermú en el bar de abajo con los hombres, el ruido de las máquinas, los coches. Había el ford fiesta de mamá, robado cuatro veces, en las calles, y siempre oliendo a la misma cosa vieja, el sonido del motor, ese aliento de chatarra que hoy resume todo aquello por lo que uno tiende al respiro. Había un caballo en la terraza, pequeñito. Sus ojos eran desgracia, si la había. No recuerdo la desgracia. Siquiera recuerdo si acaso ojos tenía, el caballo perdido, blanco, de madera con plástico, de birria que ya no huele. Había un coche también, regalos en navidad, el mejor vino, y otra vez la colonia y el tabaco. Un piso alquilado, un parqué mate, la cocina. Habían los amigos, el colegio, cerca de casa, el barrio; de la mano de tía, su trabajo y las chucherías de luego. Bajar a por el pan. El pan blanco, como una hostia que quedaba preservada para el día del traje de marinerito, aunque luego uno fuese con un lacoste de lana negra y blancos pantalones lisos. Había un balcón por el que mirar un pino, un jardín, las explanadas. Había la prisa de los cromos, el gordo del cole, el bocata. Había las luchas de judo y muy pocas chicas, los escondites y había antepasados que te daban la propina, a cambio, como supimos más tarde, de no volver más cara a su recuerdo.
Sélavy
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